Mi experiencia con la meditación

Transcurrían los primeros días del mes de agosto del año 2013, Andrés, mi hijo, ya había partido a la vida eterna, y un día conversando con dos amigas de él, una de ellas me comentó que acababa de leer un libro del cual no recordaba su nombre, pero que la había impactado porque el autor narraba como a través de la meditación pudo conectarse con su madre que hacía poco había fallecido.

Este relato logró convencerme de que la meditación era un camino para poder estar más cerca de mi hijo, ya que en ese entonces buscaba dicha conexión casi en forma irracional. Empecé a averiguar sobre las distintas formas de meditar, busque libros de mindfulness, compre un par de ellos y empecé a meditar, mi anhelo era tan grande que no importaba que tuviera que adelantar media hora mi hora de levantarme.

Y así lo hice, empecé a levantarme a las 4:30 am, la habitación de Andrés se convirtió en mi lugar sagrado de meditación. Empecé a hacer meditación guiada con un video de YouTube, era un programa de 40 días durante los cuales te iban guiando a lograr el estado meditativo, también empecé a usar los audios de los libros que había comprado sobre la meditación mindfulness, encontré una organización denominada “El arte de vivir” y tomé un curso de meditación con ellos en forma presencial. Mientras meditaba en una de las clases vi una luz blanca que llegaba a enceguecerme, pensé que era parte de la meditación y que así debían ser todas las meditaciones, por lo que en las siguientes meditaciones buscaba sin éxito esta luz, sintiéndome frustrada y decepcionada.

Mas adelante mientras hacia mi formación en coaching espiritual entendí que no hay que buscar nada al meditar, que debía ser todo lo contrario, lograr un estado de relajación sin forzar nada, solo dejar pasar los pensamientos, sin engancharme con ninguno. Al principio cuesta, la mente está acostumbrada a estar muy activa y si ella ha estado al mando por muchos años como era mi caso, los momentos de meditación podían ser muy complicados dependiendo del stress que pudiera estar cargando en ese momento.

Sin embargo, la practica hace al monje decía mi abuela, poco a poco fui viendo como la mente iba tranquilizándose más y más a tal punto que llegaban a mí soluciones de problemas cotidianos, visualizaciones de éstas, o simplemente disfrutaba el momento, sintiéndome una con todo lo que me rodeaba.

Pero lo más valioso no sucedía en el momento de la meditación, sino en el día a día, poco a poco iba dándome cuenta de que ya no era tan reactiva a situaciones externas, iba convirtiéndome en un ser más reflexivo, recuerdo que mi ego solía jugarme malas pasadas y yo no podía darme cuenta de ello sino hasta después de varios días, luego esta situación fue variando, me daba cuenta inmediatamente después y posteriormente me daba cuenta antes de reaccionar, lo que significaba una disminución radical de los conflictos que se daban en el pasado. Desde ese entonces medito todos los días a las 5 am por espacio de 20 a 30 minutos, justo antes de mi sesión de yoga.

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